martes, 25 de septiembre de 2012

Despedida


En una noche de luna azul me despedí de grandes amigos y maestros, que hasta hace algunos años no hacían parte de mi vida y hoy son fundamentales en ella. Esa noche les dije “ustedes son mi Brasil”.

Vinicius de Moraes dijo alguna vez “los amigos no se conocen, se reconocen” y tuve la fortuna de reconocer varios en este inmenso país.

A todos ellos, a todas esas personas que tocaron profundamente mi vida y también a aquellas cuya vida tuve el privilegio de tocar, gracias, gracias, gracias.

Fueron años enormemente felices y difíciles a la vez. Un camino pedregoso e inclinado que conduce a un lugar casi inalcanzable, pero donde la vista es inolvidable.

La cidade maravilhosa me recibió con los brazos abiertos del Cristo redentor, presente cada mañana en mi ventana, anticipando tantos y tantos abrazos cariocas. 
Rio alimentó mi alma con su enorme belleza y me hizo recordar una y mil veces que cuando se trata del camino del alma el universo conspira, por difícil que sea la tarea.

Hoy me despido de Rio, con la certeza de que volveré una y otra vez a reencontrarme con esa parte de mí que no se va conmigo.

El sueño no termina aquí, volver hace parte del sueño. Desde hace 16 años dediqué todos mis esfuerzos a algún día formarme como analista junguiana. Ahora, muy cerca de lograrlo, me doy cuenta que la recompensa no estaba al final de la jornada, la recompensa era la jornada en sí misma.

Ahora, a punto de emprender el camino de regreso, me despido con este poema de C.P Cavafis que describe mejor de lo que yo nunca podría hacerlo el sentido de todos estos años. 

Já estou com saudade de você Rio de Janeiro… 

ITACA

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias 
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino. 
Mas no apresures nunca el viaje. 
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin esperar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.
Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña