En nuestro mundo moderno vivimos una especie de escisión entre lo que es real y lo que no lo es, en medio de una ilusión en la que el mundo externo y el mundo interno están claramente separados y diferenciados. Los eventos que suceden en nuestras vidas nada tienen que ver con nuestra psique y mucho menos existe una relación entre ellos. La realidad externa ocurre por sí sola, mientras nuestros pensamientos, sensaciones e intuiciones se crean a partir de un proceso completamente interior.
Nada más lejano de la realidad… creamos lo externo a partir de nuestro mundo interior, y este, a su vez, se recrea a partir del mundo externo. Como dijo Calderón de la Barca la vida es sueño.
Los alquimistas lo llamaron Unus Mundus: todo lo que ocurre afuera tiene un correspondiente interno y todo lo que ocurre adentro se refleja afuera.
Vivimos con una idea limitada de que nuestra realidad externa tiene que cambiar para que todos nuestros problemas se resuelvan. Pero lo externo no cambia mientras no existan condiciones interiores que lo permitan.
Muchas veces me encuentro con pacientes que vienen a terapia contando que normalmente no sueñan o no recuerdan ningún sueño. Algunos de ellos, la mayoría en mi experiencia, comienzan a soñar prolíficamente al comenzar su proceso analítico. Pero otros continúan sin soñar. Con estos últimos pacientes, las herramientas de técnicas expresivas pueden ser de enorme utilidad, pero lo que más me ha funcionado en estos casos es mantener una mirada simbólica de su realidad. A pesar de no soñar, las situaciones de su vida se muestran como claras manifestaciones de su mundo interno, su psique se muestra en el exterior ya que no se expresa en contenidos oníricos.
“Salimos de una fiesta y mi novia había tomado demasiado. Como yo no tomo decidimos que yo conduciría su carro y la llevaría a su casa. Pero cuando íbamos por la calle, como a las 3:00 a.m., tuve un momento de confusión y simplemente no sabía qué tenía que hacer para frenar el carro… casi me choca un taxista y tuve que esquivar un poste para no chocarnos de frente con él… no sé qué pasó, simplemente no sabía cómo frenar…”
Este es el relato de un paciente que vivió esta situación recientemente. No es la primera vez que conduce el carro de su novia. Sin embargo, hubo un momento en el que no sabía qué hacer para frenar, poniendo en un enorme riesgo sus vidas y las de otros…
Este no fue un sueño, fue un evento de la vida despierta, pero su lenguaje simbólico es evidente. La novia de este paciente a pesar de estar cerca de los 30 años, vive de sus papás porque abandona todos los trabajos que comienza, y consume altas cantidades de alcohol y cocaína. Este paciente ha asumido un papel paternal con esta novia, intentando ponerle los límites que los papás nunca le han puesto y asumiendo la responsabilidad de cuidarla… sin embargo, después de más de un año en esta relación, él mismo no está logrando “manejar la situación”, según sus propias palabras, que se está saliendo totalmente de control. Es decir, él ya no sabe cómo frenar esa relación, en la que es evidente que él también está en peligro.
No fue un sueño el que denunció esta situación, fue un evento que pudo terminar trágicamente en un accidente a altas horas de la madrugada. La psique se encargó de mostrar este peligro, que él ya veía racionalmente, pero que no había confrontado en toda su dimensión.
Un análisis simplista de este episodio no pasaría de “tienes que estar más concentrado al manejar” o algo por el estilo. Pero una mirada simbólica muestra cómo su momento psicológico se expresó en una situación externa de alto riesgo. Él ya no sabe cómo “frenar ese carro”, que es un símbolo de una relación descontrolada y peligrosa.
Es muy común oír que las personas se quejen de que siempre les pasa lo mismo. Las mismas situaciones se repiten una y otra vez en sus vidas, y es frustrante porque parece que fueran coincidencias desafortunadas. Si me preguntan las coincidencias no existen, nada sucede sin un correlato interno.
Lo que puede ayudar enormemente es tratar de entender esa situación que tanto se repite como si fuera un sueño, e incluso narrarla de esa manera: “soñé que…”. Este simple ejercicio da una mirada totalmente distinta de los hechos supuestamente objetivos de nuestras vidas. Cuando el mismo evento se repite una y otra vez, nuestra psique está usando el mismo mecanismo de los sueños recurrentes, no dejaremos de soñar o de vivir la misma cosa hasta que le pongamos atención e intentemos entender su contenido simbólico (ver en este blog: la función adaptativa de los sueños recurrentes, agosto 2009).
Esta mirada simbólica es una de las características de la psicología junguiana y en mi experiencia enriquece enormemente no sólo la práctica clínica, para quienes nos dedicamos al análisis, sino también la propia vida.
Recuerdo siempre cuando decidí venir para Brasil. Todo fue tan rápido que en cuestión de dos meses tuve que dejar toda mi vida en Bogotá resuelta para venir a Rio. Justo en esa época recuerdo que mis vecinos comenzaron una obra, y todo el día había un ruido desesperante de taladros y martillos. Pero eso no llamó especialmente mi atención, hasta que en mi oficina, en la misma época, me encontré exactamente con lo mismo, gracias a una remodelación. Hasta ahí, parecía una desafortunada “coincidencia”, entonces intenté escapar del ruido y me fui a trabajar con mi portátil a una cafetería dentro de la universidad… pero ¡adivinen! claro que no podía faltar la obra y el ruido de construcción cerca. En ese momento ya era demasiado… pero como para dejarlo bien claro, ese fin de semana fui a almorzar a un restaurante al que normalmente iba y ya no fue ninguna sorpresa encontrarme con mi amigo el taladro, literalmente ¡hasta en la sopa!
Fue entonces cuando entendí que mi propia psique estaba en plena reconstrucción, en obra día y noche, para adaptarse a una nueva realidad totalmente diferente a la vivida hasta el momento. Mi viaje era inminente y mi psique se estaba remodelando…
Así que días después viajé siendo ese un momento de cambio dramático en términos psicológicos. El Unus Mundus alquímico se presentaba ante mis ojos (¡y mis oídos!) de la manera más evidente.
Obviamente, este es un caso extremo, pero en nuestras vidas diariamente ocurren decenas de eventos como este que simplemente no percibimos. Y está bien, ¡no se trata de enloquecernos tratando de entender todo lo que pasa o deja de pasar! Pero sí se trata de estar atentos a esos momentos de conjunción psicológica afuera y adentro, porque finalmente, cerrando con Calderón de la Barca, “… toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”.
2 comentarios:
Muito bom texto, Ana. E, se posso completar,como diria Santa Therezinha: "nós estamos justamente onde devemos estar e sugundo o que necessitamos ter e aprender".
Maria Cristina, muito obrigada pelo comentário e pelo complemento... Concordo totalmente! Bjs
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