En el pasado Congreso Internacional de Psicología Analítica en Copenhague, una de las conferencias que más llamó mi atención fue la del analista israelí Shmuel Bernstein, sobre el rol del psicoterapeuta en una sociedad carente de ritos de iniciación.
En
su conferencia Bernstein recuerda el mito griego de la carroza de Febo, el
antiguo dios sol, que muestra las trágicas consecuencias de la ausencia de una
iniciación apropiada.
Faetón,
hijo de Febo, se jacta frente a sus amigos de ser hijo del dios sol pero nadie
le cree. Decidido a demostrarlo Faetón visita a Febo y le pregunta si realmente
es su padre a lo que Febo responde afirmativamente diciendo que hará cualquier
cosa para comprobar su paternidad. Faetón entonces le pide que le permita
dirigir la carroza del sol por un día, tarea para la cual no estaba entrenado. Preocupado
Febo intenta disuadirlo de lo contrario pero Faetón insiste y logra el permiso
del imprudente dios sol. Como es de esperarse, Febo rápidamente pierde el
control del carruaje y causa toda una serie de desastres en el cielo y en la
tierra por lo cual Zeus interviene enviándole un rayo y deteniendo el carro.
Febo termina ahogado en un río después de su arrogante intento.
Este
mito nos recuerda la necesidad de la iniciación para asumir roles y
responsabilidades en la vida. Los ritos de iniciación, presentes desde la antigüedad
y que se mantienen en muchas comunidades tribales, tienen la función de marcar
un momento de paso para asumir nuevas obligaciones y entrar a hacer parte de una
comunidad.
Pero
cuando se asumen estos roles y obligaciones sin la apropiada iniciación las consecuencias
pueden ser caóticas como en el caso de Faetón.
Como
menciona Bernstein, en nuestra sociedad actual, aunque son pocos, tenemos
algunos ritos de iniciación como el grado del colegio o de la universidad, la
entrada a la vida laboral, hacer parte del ejército, realizar deportes extremos
o viajes de aventura.
A
estos me parece importante adicionar también como ritos de iniciación fundamentales
en nuestro contexto a los sacramentos católicos.
Pero
desafortunadamente, incluso en estos ritos de carácter religioso muchas veces falta
un aspecto fundamental: la dimensión espiritual.
Para
entender esto basta ver el ejemplo de cómo la organización de matrimonios se ha
convertido en una empresa muy lucrativa, en donde se ofrecen una especie de “combos”
que incluyen desde las flores hasta la comida, la decoración y la música para
que los novios no “tengan que preocuparse” por nada, ni siquiera por el
carácter sagrado del ritual, que normalmente se pierde en medio de toda esta homogénea
parafernalia.
Sólo
para referirme a este ritual, aunque creo que aplica para todos los demás, ¿En dónde
queda la unión sagrada, la coniunctio misteriosa dentro y fuera, la hierogamia
entre ánima y ánimus? Les aseguro que esto no hace ni hará parte de ningún
combo…
La
psique necesita al ritual como una planta necesita agua para crecer. Los
rituales son eventos simbólicos que le permiten a nuestra psique integrarse y
prepararse para nuevas etapas, nuevos roles, nuevos pasos en el camino de la
individuación. En ese sentido Jung nos deja una bellísima reflexión sobre este
mundo sin espiritualidad:
“El único proceso de iniciación que aun está
vivo y es practicado hoy en día en occidente es el análisis del inconsciente.”[i]
Bernstein
rescata esta mirada sobre la terapia y nos recuerda que para Jung la iniciación
está relacionada con la curación pues la transformación del inconsciente que
ocurre durante el análisis la convierte en un análogo natural para las
ceremonias de iniciación religiosas.
En
esa medida, como analistas vemos que muchos pacientes acuden a terapia,
generalmente sin tener conciencia al respecto, en busca de esa iniciación que
les permita avanzar en su camino.
El
análisis es en sí mismo un espacio ritual, el espacio hermético donde la psique
se transforma y donde se origina un cambio interno que transformará también al
mundo externo de cada paciente.
No
sé si el análisis del inconsciente es el único ritual de iniciación que nos
queda en nuestro mundo moderno, pero creo que el encuentro analítico está lleno
de pequeños ritos de paso, de transformaciones que van desde las más simples
hasta las más profundas, y creo también que no es posible hablar de integración
sin iniciación.
El
analista entonces es el Febo que deberá acompañar sin acelerar la marcha, sin
temor a decepcionar a Faetón por no otorgarle las riendas de la carroza solar
hasta que el momento propicio haya llegado, y sin olvidar nunca que es sólo a
través de la iniciación que el paciente tomará las riendas de su propio
destino.
[i]
Jung, Carl Gustav. Acerca de la psicología de la
religión occidental y de la religión oriental. par. 842
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