El sociólogo Basil Bernstein menciona que vivimos en
una sociedad con una creciente tendencia a preferir el bien individual antes
que el colectivo, afirmación bastante apropiada para nuestra realidad desde mi
punto de vista.
En nuestro contexto desafortunadamente se entiende
como un valor el lograr el mayor provecho personal, muchas veces pasando por
encima del otro, el quedar en primer lugar sin importar los medios, sobresalir
como se pueda. Esta “cultura del avispado” contrasta enormemente con otras
sociedades que dan ejemplo de lo contrario.
Uno de los aspectos que más me impactó del Tsunami
en Japón en el 2011 fue ver el increíble respeto y organización en el que se
repartían los auxilios y la comida a los damnificados que quedaron totalmente
desamparados. Nadie robaba al otro, ni empujaba para llegar de primero a que le
sirvieran su ración de comida, ni intentaba a la fuerza tener control de los
recursos, como es el triste caso del terremoto de Haití y las mafias que se
crearon alrededor de la venta (!) de los auxilios a los damnificados, por
hablar de sólo uno de innumerables ejemplos en América Latina.
Pero en medio de la impresionante dignidad del
pueblo japonés lo que más me impresionó fue que frente a la emergencia de la
planta nuclear de Fukushima muchos hombres mayores de 70 años se ofrecieran
para las reparaciones, argumentando que estar expuestos a altísimos niveles de
radiación probablemente les generaría un cáncer dentro de algunos años, pero
ellos ya habían vivido su vida a diferencia de hombres menores que todavía
tenían mucha vida por delante.
Otro ejemplo de una mentalidad totalmente diferente
a la nuestra se presentó en Suiza a principios de los 90s cuando se discutía en
el país el destino de sus propios desechos nucleares. En medio del debate
alrededor del tema dos científicos sociales, Bruno Frey y Felix Oberholzer-Gee
realizaron una encuesta puerta a puerta preguntándole a la gente si estarían
dispuestos a tener un vertedero de desechos en su barrio. A pesar de conocer
los riesgos potenciales para la salud y la evidente desvalorización de sus
propiedades el 50% de los encuestados respondió que sí estaría dispuesto siendo
la razón fundamental que los desechos tendrían que ir a algún lugar y, les
gustara o no, era su deber como ciudadanos.
Lo más interesante es que después de este
sondeo inicial le preguntaron a la gente si aceptaría tener un vertedero de
desechos en su barrio a cambio de un incentivo económico equivalente a seis
semanas del sueldo promedio en Suiza, que no era una suma nada despreciable. En
este caso sólo el 25% de los encuestados respondió afirmativamente. Frente a
este hecho, los investigadores observaron que cuando se ofreció el dinero como
incentivo se planteó un dilema moral en los entrevistados, pues ya no pensaban
el problema desde su responsabilidad como ciudadanos sino desde la posibilidad
de obtener un provecho individual, razón por la cual muchos reusaron la oferta,
pues estarían obteniendo ganancias por permitir desechos que podrían traer
enfermedades y desvalorización al barrio.
Trayendo un ejemplo un poco más actual, el
pasado mayo los suizos, por medio de un referendo, rechazaron la propuesta del
gobierno de aumentar el salario mínimo del país al equivalente a unos $4.500
dólares, que se convertiría en el mayor salario mínimo del mundo. En el
referendo más del 75% de los votantes se pronunció en contra pues temían que
este salario provocara eventualmente un aumento en la tasa de desempleo, que
por cierto es bastante baja (3,2% en abril de 2014).
El caso de Suiza se parece un poco al de Dinamarca
en el 2007, cuando el gobierno Danés decidió que era viable bajar los impuestos
a sus ciudadanos, que por cierto son bastante costosos pero ofrecen altísimos
estándares de salud, educación y seguridad. La reacción de los daneses no se
hizo esperar y en ese momento se convocaron huelgas en diversas ciudades bajo
el slogan "Sí al bienestar para todos - No a la reducción de
impuestos". En un país como Dinamarca donde la transparencia política los
sitúa como uno de los países menos corruptos del mundo y existe una enorme
confianza en el prójimo, la gente protestó ante la posibilidad de reducir el
pago de sus impuestos, pues el beneficio individual no debe oponerse al
bienestar social.
Estos ejemplos son sólo algunos de los muchos casos
que se presentan en países desarrollados, que muestran que ese título no se lo
deben al azar sino a profundas convicciones y maneras de entenderse a sí mismos
desde lo individual, lo social y lo cultural.
Por supuesto que no se trata de sociedades perfectas
ni utópicas, y conocemos todos innumerables anécdotas sobre la rigidez mental
del primer mundo que a los latinos nos provocan carcajadas de extrañeza. Sin
embargo, parece ser que nuestra “flexibilidad” latina va de la mano con un
exacerbado individualismo.
Jung fue enfático en diferenciar individualismo e individuación
y entendió ésta última como el proceso de diferenciación psicológica que busca
el desarrollo de lo más singular en cada uno de nosotros, la posibilidad de
llegar a ser individuos. Este proceso no tiene un final, se tomará toda la
vida, pues siempre existirán nuevos aspectos por integrar y entender en
nosotros mismos.
Se trata de una tendencia colectiva de la especie,
es decir, espontáneamente la psique busca la integración de los diferentes
aspectos de la personalidad y su equilibrio. La manera como se integran esos
aspectos es diferente en cada uno de nosotros, no existen dos desarrollos
psicológicos iguales, no es posible pensar en dos caminos de individuación
idénticos, pero al final, todos vamos en la misma dirección, más adelante o más
atrás compartimos la misma meta.
De eso se trata la individuación, de desarrollar e
integrar los aspectos de la personalidad incluyendo aquellos más desconocidos e
inconscientes, de una manera que corresponde a nuestra propia individualidad,
diferenciando poco a poco las capas de lo colectivo, lo cultural y lo familiar,
encontrando nuestra singularidad.
Pero que sea un proceso propio de cada cual no implica
individualismo ni aislamiento. Para Jung, necesitamos del otro para conocernos
y avanzar en nuestro desarrollo psicológico por lo que la individuación necesita
de la interacción y de lo social.
Aunque siempre he admirado la vida contemplativa y
la inmensa disciplina y espiritualidad asociada al retiro de lo mundano, como
muchos monjes budistas que han pasado años en cuevas, sin contacto humano y en meditación
constante, no puedo dejar de pensar que son muchos los aspectos que quedan de
lado y que no pueden ser integrados en estos contextos, empezando por supuesto
por las capacidades sociales y la interacción con el mundo. Espero que no se entienda aquí que veo al
ermitaño como individualista sino como alguien aislado del mundo externo.
Aunque se podría pensar que lo social no es tan importante como el desarrollo
más profundo de lo espiritual, desde el punto de vista de la individuación todos
los aspectos de la personalidad son importantes.
El individualismo se convierte en un obstáculo a
superar, uno de muchos, pero cuyas repercusiones van más allá del provecho
momentáneo o de pasar por encima del otro para nuestro propio beneficio.
Por eso es necesario el otro en este camino de
individuación, un camino de alteridad, dialógico por naturaleza, profunda y
esencialmente individual pero nunca individualista.
Entender esto es una tarea que implica profundas
transformaciones culturales que deben partir de los propios miembros de una
sociedad, para que tal vez algún día se llegue a un nivel de conciencia y de confianza
tal en el prójimo y en el entorno que sea posible salir a protestar por lo que
los beneficia como individuos pero no beneficia a la sociedad en la que viven,
el día en que el bienestar de todos esté por encima del bienestar individual.
Ese día tal vez dejemos de valorar y reverenciar a
la triste cultura del avispado.
http://qz.com/94439/people-are-okay-with-nuclear-waste-dumps-in-their-backyards-unless-you-try-to-pay-them-for-it/
Imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRlnCK0b6SHCFXI2nkWJOByzGtteNQieajaxo_E1Kvme0rTrt-caMX1NNoOS49ohqa1agq-kk71pKGi0_rQx_byLa4GsiVul_hWv9z5FdahK2zSSVgAEmp-dqQ-cLtt2mLjclGFUExjwQS/s1600/RaiseMyTaxesNow.png
2 comentarios:
Ana Maria, que artículo tan bonito y tan bueno. La consciencia del bienestar colectivo y el respeto por el otro son de las cosas que mas admiro en los Neozelandeses que he conocido en mis años acá. La individualidad es respetada y es algo importante, cada uno es quien quiere ser, hace lo que quiere y se convierte en lo que quiere pero siempre teniendo en cuenta, no moralidad del bien y del mal, sino en el no dañar al otro, a la comunidad o lo común.
Ese es el tipo de sociedades donde es posible la diferencia y por lo tanto la individualidad. Excelente comentario, gracias!!!
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