En una sociedad que se ha
perdido en lo exterior, en el afuera, en la imagen, desconocemos que la psique necesita al ritual como una
planta necesita agua para crecer.
Se preservan
sin embargo los sacramentos católicos como rituales marcantes, pero
desafortunadamente muchas veces trivializados como requisitos, y despojados de
su carácter sagrado y de su profundo simbolismo y valor para la psique.
Quiero compartir aquí algunas de las reflexiones que leímos en el primer ritual sagrado en la vida de nuestra Eloísa, su bautizo, con el deseo de hacerlos partícipes de esta ceremonia de enorme riqueza simbólica:
Los rituales son eventos simbólicos que le permiten a
nuestra psique integrarse y prepararse para nuevas etapas, nuevos roles, nuevos
pasos en el camino de lo humano.
El Bautismo es un rito de iniciación y su simbolismo
parece inagotable.
Acercándonos a ese simbolismo, el agua es un componente
fundamental. En tiempos bíblicos se usaba un río o una alberca en la que se
sumergía por completo al bautizado. La inmersión total y el ahogo que la
acompaña, significa una conversión. La muerte a una vieja vida y el
renacimiento en un camino espiritual, en una comunidad.
Pero podemos preguntarnos, ¿a qué vieja vida podría renunciar un recién
nacido? ¿Cómo podemos hablar de pecado en un bebé?
El ritual no está dirigido a la individualidad del ser que nace, sino a
su dimensión colectiva. En ese sentido, lo que llamamos pecado original no es algo que adquirimos individualmente. No es
una consecuencia de nuestros actos o decisiones, es simplemente inherente a lo
humano y por el hecho de ser humanos hace parte de nosotros. El pecado original no es otra cosa que la
arrogancia del Ego, que debe ser trascendido para entrar en contacto con lo más
sagrado en nosotros.
En el rito bautismal, el individuo se une con Cristo,
imagen del hombre que trascendió, el ser iluminado, que representa la
posibilidad de trascender el Ego, superando también las divisiones, los
opuestos en nosotros, nuestra disociación interna. En la epístola de San Pablo
a los Gálatas se menciona: Todos quienes
fueres bautizados en Cristo os revestís de Cristo. No hay judíos ni griegos, no
hay esclavos ni libres, no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en
Jesucristo (Gal 3: 27-28).
También Melitón de Sardes, teólogo del siglo II, nos deja una
bella y simbólica imagen del bautismo:
Cuando, llevado por sus caballos flameantes,
el sol completa su curso diario, en razón de su vertiginoso pasaje, asume el
color del fuego, transformándose en una antorcha ardiente… Entonces, casi
perdido de vista, desciende sobre el océano. Bañándose en las misteriosas
profundidades, deja escapar vigorosas exclamaciones de júbilo, por cuanto el
agua es su alimento. Él permanece uno e inalterado y, sin embargo, sale
fortalecido de las profundidades un Nuevo sol, y hace brillar su luz sobre los
hombres, después de purificarse en el agua.
Así, el Bautismo es esencialmente un ritual de purificación. El agua
como elemento purificador por excelencia permite limpiar el pecado original. Es decir, tomar
consciencia para renovarnos y lograr alcanzar la justa medida de nuestro Ego.
Otro elemento fundamental dentro del ritual del Bautismo,
es el hecho de ser nombrados, recibir nuestro nombre frente una comunidad. Este
hecho, de la mayor importancia, nos da una base de identidad desde donde
construimos quiénes somos y seremos. Desde el punto de vista psicológico,
aquello que se nombra surge a la conciencia y desde allí puede ser elaborado y
procesado.
El nombre que elegimos para nuestra chiquita es ELOÍSA.
Tiene origen germánico y su raíz es Eloi, que significa “la Elegida, aquella
que es escogida”. El libro chino de las mutaciones menciona Gracia, claridad y
belleza.
Es una variación de Luisa, que significa Guerrera de
renombre.
Eloísa, sea este el inicio de un camino en el que Cristo,
el ser iluminado, esté siempre presente para ti y te guíe en la difícil labor
de trascender el Ego y de rescatar lo divino en lo humano. Y que Cristo nos permita a quienes nos
reunimos hoy aquí, estar a la altura de acompañarte en esta sagrada tarea.
EDINGER, Edward (1985) Anatomia da Psique. São Paulo: Cultrix
2 comentarios:
Me encantó tu artículo, Anama. Mientras lo leía mi memoria fue un año atrás al bautismo de mi hija y me recordó la sensación extraña que sentí en el ritual, una sensación de comunidad de algo que extrapola los limites del ser, esa comunidad que abrazó a Gabi en ese dia y que se alegraba por hacer parte ahora de ella. Un beso.
Anama, mientras leía tu relexión viajé al bautismo de Gabi y recordé la sensación durante el ritual de no ser apenas Maira y sí una comunidad, una masa que estaba recibiendo a Gabi como parte de ella. Era como un despertar inconsciente de mi hija dándole un sentido a su vida. Te quiero mucho, besos!
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