viernes, 13 de marzo de 2020

Sobre el Virus con Corona


En estos tiempos de pandemias y reacciones apocalípticas no puedo evitar escribir sobre el virus con corona.

Si me lo preguntan, en mi experiencia desde la psicología clínica no puedo pensar en una mayor verdad de la naturaleza humana: Como adentro es afuera y como afuera es adentro. Con esta frase los alquimistas se referían al Unus Mundus, el mundo unificado en el que no hay separación entre nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior. Lo que sucede en uno se refleja en el otro.

Viendo cómo el planeta ha cambiado de manera tan drástica en pocas semanas, creo que el Corona virus no es otra cosa que un reflejo de nuestras realidades internas. Me sorprende ver que como seres humanos nos hemos acostumbrado y se ha naturalizado vivir con ansiedad, depresión, culpa, agresividad, desconfianza, odio o en el mejor de los casos con sólo una o dos de las anteriores.

Pero en especial quiero referirme al miedo, el soberano indiscutible al que obedecen todos los demás súbditos. El miedo en el ser humano hace parte de nuestras estrategias primitivas de supervivencia. Si un primate se encontraba con un depredador y no sentía miedo, lo más probable es que se quedara durante sus últimos segundos de vida observando tranquilamente la llegada de su aniquilación inminente.

Los seres humanos contamos con el miedo como un mecanismo de defensa que, frente a una amenaza importante, genera grandes descargas de adrenalina produciendo altos niveles de energía en nuestras extremidades y un estado de alerta e hipervigilancia que nos permiten reaccionar con una fuerza física y una claridad mental fuera de lo normal.

Todos hemos oído hazañas dignas de atletas olímpicos en gente común y corriente que se vio enfrentada a una amenaza a su vida y que luego no pueden explicarse cómo saltaron ese muro, treparon ese árbol o corrieron a una velocidad que supera su comprensión. Así que el miedo es uno de esos mecanismos de supervivencia que ha permitido que la especie siga existiendo.

Sin embargo, irónicamente, para el hombre moderno el miedo se ha convertido en una amenaza a su integridad. ¿Cómo es posible? Bueno, aunque en realidad es muy poco probable que en tiempos actuales nos enfrentemos a la situación de huir de un tigre de Bengala, nuestros miedos modernos son mucho más sutiles pero terriblemente poderosos pues los experimentamos como si fueran equivalentes a un depredador en la sala de nuestra casa. 

El hombre moderno vive en un estado de supervivencia similar al provocado por una amenaza letal sin que exista ningún tigre alrededor, y sabemos que ningún organismo es capaz de mantener esos niveles de estrés durante mucho tiempo sin que sus sistemas vitales comiencen a afectarse y sus órganos a fallar.

Como lo describe Bruce Lipton en su excelente libro Biología de la Creencia, esto puede explicarse con una simple analogía. Cuando un atleta se prepara en posición de salida para correr los 100 metros planos, todo su sistema fisiológico se dispone esperando el disparo inicial. El cerebro libera los químicos necesarios para afrontar la enorme tarea física y toda la energía del cuerpo está dirigida a responder al reto. Ahora imaginen que somos ese atleta en la línea de salida pero el disparo nunca llega. Es así como permanecemos en un estado de estrés, viviendo el día a día como si en cualquier momento fuéramos a comenzar una carrera que simplemente no va a ocurrir.

Con esto dicho, retomemos entonces al Corona virus. Realmente no puedo pensar en una mejor pantalla de proyección para nuestro estado de supervivencia constante. Finalmente aparece en el mundo entero una enorme pantalla IMAX en 3D que se vuelve el lugar perfecto para depositar y justificar nuestros miedos, ansiedades y desesperanza generalizadas, para proyectar nuestro miedo a vivir.

Creo que como especie hemos llegado a un punto de sin sentido y desconexión con nosotros mismos que somos terreno fértil para ponerle la corona a un virus que funciona perfectamente para darle rienda suelta al estrés y al miedo tan presentes.

Desde mi punto de vista, la verdadera pandemia es la psicológica o lo que llamamos contaminación psíquica. El pánico colectivo es más peligroso que cualquier enfermedad y lleva a sentimientos y comportamientos desesperados donde nos volvemos aún más individualistas que siempre, se desocupan las estanterías de los súper mercados y la venta de antibacteriales y tapa bocas supera hasta la proyección más desorbitada. Los gobiernos reaccionan, la economía se desploma y se generaliza el pánico. Esa es la verdadera pandemia, en la que nosotros mismos nos convertimos en la mayor amenaza.  

Déjenme recordar algo que considero fundamental, cuando el estrés se mantiene permanentemente, el sistema inmunológico, el sistema digestivo y los sistemas endocrinos se debilitan pues toda la energía se invierte en luchar o huir de la amenaza externa… Pero con el Corona virus no podemos ni luchar ni huir, sólo podemos tomar las medidas preventivas necesarias, con responsabilidad y con tranquilidad. Esa es la mejor manera de tener nuestras defensas activadas y disponibles. En resumen, el estrés y el pánico nos hacen mucho más vulnerables a enfermar.

Quiero cerrar con una breve reflexión personal. Desde una mirada simbólica veo un enorme llamado al despertar de la conciencia, a empoderarnos como individuos y como especie, a dejar de vivir con miedo, a replantear nuestras prioridades y a conectarnos con nuestro mundo interior.

En estas situaciones la perspectiva cambia, deja de ser importante la marca del carro, la cantidad de dinero acumulado, el estatus, la dieta, la cantidad de likes en redes sociales… todos estamos expuestos sin importar nada de lo anterior. Y ya que el mundo entero está expuesto, sólo hay un lugar a donde ir: Adentro.

Necesitamos como individuos y como especie un cambio de actitud, una reflexión sobre cómo vivimos y qué priorizamos.

Qué tal si le quitamos la corona al virus y comenzamos a vivir sin miedo, en estado de creación y no de supervivencia como lo propone lúcidamente Joe Dispenza.

Los dejo con este video de mi querido amigo Jorge Gómez que ilustra bastante bien con este cuento de Gabo la profecía autocumplida que estamos viviendo. ¡Saludos calurosos, tranquilos y reflexivos para todos!







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