Esos encuentros, largos o efímeros, siempre me han enriquecido. Se trata de gente con todo tipo de experiencias, que parece tener un imán para atraer a otras personas a su alrededor, porque tienen mucho que decir y mucho que enseñar. Estoy segura que todos podemos pensar en alguien con esas características.
Pensando en todas estas personas especiales no podría decir que lo que tienen en común es una profesión o actividad específica o una historia de vida similar. Realmente, lo que las hace especiales para mí es que son personas que han dedicado su vida a lo que las apasiona.
Los profesores que más recuerdo y los que más me han marcado en mi vida no han sido los que más títulos tienen, o los profesores “cuchilla” que generalmente son inolvidables pero de la manera más negativa posible. Han sido los profesores que sienten pasión por lo que enseñan los que me han marcado.
También me he encontrado con personas que se sienten apasionadas por trabajos de todo tipo, manuales, intelectuales, artísticos. Ellos han descubierto su propio talento y han tenido la claridad y la valentía para dedicarse a él. Y ese es el secreto de su éxito, por eso hacen tan bien lo que hacen.
Pero más allá, han sido capaces de percibir que con su pasión por lo que hacen pueden cambiar su entorno y pueden encontrar un sentido mucho más amplio que su propia realización individual.
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Una persona se acercó y le preguntó a uno de ellos: ¿qué está haciendo?, el obrero contestó: “estoy poniendo ladrillos”. La misma persona se acercó a otro obrero que estaba haciendo lo mismo que el anterior y le preguntó ¿qué está haciendo? y el segundo obrero le contestó, “estoy construyendo una pared”. Con curiosidad esta persona se acercó a un tercer obrero que juntaba ladrillos con los otros dos y preguntó una vez más, ¿qué está haciendo? el obrero lo miró con una sonrisa y le contestó: “estoy construyendo una catedral”.
La diferencia entre los tres obreros no es lo que hacen sino para qué lo hacen. Así como para el primer obrero puede ser un castigo tener que ir a trabajar, para el tercero es inspirador.
Ese sentido puede hacer especial lo que parece simple o común. Somos parte de un todo y aquello a lo que dediquemos nuestra vida no sólo influye en nuestro entorno inmediato, sino en un contexto colectivo.
Victor Frankl, fundador de la Logoterapia, basa toda su teoría en la necesidad que tenemos los seres humanos de tener un sentido en nuestra vida. “El Hombre en Busca de Sentido” es uno de los libros más profundos que he leído en mi vida. En él Frankl cuenta su experiencia en un campo de concentración en la segunda guerra mundial, en donde después de haber perdido todo y a todos, lo único que lo mantenía vivo era tener la vivencia y la certeza de un sentido en su vida.
Creo realmente que dedicarnos a lo que le da sentido a nuestra vida y lograr una conciencia de esa colectividad de la que hacemos parte, ayudaría a cambiar el mundo.
Pero todo esto no se da por sí sólo. Es necesario tener una actitud de búsqueda si no se ha encontrado esa pasión y la valentía para dedicarnos a ella.
Grandes empresas, grandes ideas de negocio, grandes artistas han surgido de la pregunta ¿para qué soy bueno?, ¿qué puedo pasar horas y horas haciendo sin cansarme?
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