lunes, 9 de agosto de 2010

Genialidad y tipología

Últimamente me he estado preguntando ¿a qué llamamos genialidad? Normalmente atribuimos a los genios un talento casi sobrenatural que los diferencia del resto de los mortales. Pero no estoy tan convencida que se trate sólo de un don extraordinario, es necesario adicionar otros factores para alcanzar la genialidad.

Malcolm Gladwell desarrolla en su libro “The Outliers: The Story of Success” la teoría de las 10.000 horas, según la cual es necesario ese número de horas de práctica (aproximadamente 3 horas diarias durante 10 años) antes de alcanzar la maestría en cualquier área. Es claro que para dedicar 10.000 horas a una actividad específica, ya sea artística, deportiva o académica, generalmente debe existir una pasión por lo que se hace y un altísimo nivel de disciplina.

En el libro el autor habla de casos como el de Mozart, que fue considerado un niño prodigio, pero que tocó el clavicordio unas 20.000 horas ¡antes de cumplir los 10 años! Para los 20 años por supuesto Mozart no tenía a nadie que se acercara a su nivel…

Hoy en día son bastante conocidos los casos de niños prodigio de la música, como Tiffany Koo, una pequeña pianista de 8 años y que está tocando desde que tenía 2. Es claro que existe un talento natural en la mayoría de estos niños (otros son obligados por sus padres a “tener talento”), pero lo cierto es que la vida de esta niña, como la de muchos otros, gira alrededor de su práctica de 6 a 8 horas diarias de piano. Esto equivale más o menos a 13.000 horas después de 6 años de práctica diaria, lo que según la teoría desarrollada por Gladwell, ya le permite un dominio de la técnica.

Pero lo que me parece más interesante es que tener dominada la técnica no implica una “madurez en la obra”, en el sentido que su desarrollo emocional es el de un niño de 8 años, para quien no es posible expresar la emocionalidad propia de los grandes pianistas que han logrado una madurez artística a lo largo de su vida. Creo que el siguiente video ayuda a ilustrar lo que intento decir aquí:



Así que la verdadera genialidad implica más que el dominio de la técnica en cualquier área. Es claro que si Tiffany continua con este ritmo de estudio del piano, probablemente en su adultez será una de las mejores pianistas del mundo, una pianista más integral y que probablemente (sólo probablemente) habrá desarrollado la sensibilidad de los grandes artistas.

Jung propuso una tipología basada en cuatro tipos psicológicos básicos: Pensamiento, Sentimiento, Sensación e Intuición. En este sentido, probablemente Picasso fue un genio de la Sensación, la Madre Teresa un genio del Sentimiento y los grandes videntes como Edgar Cayce, genios de la Intuición.

Pero en occidente hemos sido educados para desarrollar principalmente la función Pensamiento, que es altamente valorizada y muchas veces confundida con una inteligencia superior. Sin embargo, ya Gardner nos habló de las inteligencias múltiples, mostrándonos que ser altamente racionales y analíticos no necesariamente implica que tengamos una inteligencia emocional prodigiosa. Por el contrario, generalmente implica una función Sentimiento bastante incipiente.

Muchas veces llamamos genios a quienes han logrado dominar una técnica o área específica y una sola de sus funciones psicológicas, dejando de lado el desarrollo de las otras.

Algo que llama la atención es que generalmente los grandes genios de la humanidad han tenido vidas terriblemente tormentosas y asociadas normalmente a alguna psicopatología. Existe la idea que la creatividad está asociada a algún tipo de “anormalidad” lo cual tiene mucho sentido si pensamos que la originalidad significa salir de los parámetros para crear algo realmente nuevo, es decir fuera de lo normal.

Como dijo Jung, son raros los creadores que no pagan cara la chispa divina de su capacidad genial. Virginia Wolf sufría de trastorno bipolar al igual que Tchaikovsky y Winston Churchill; Munch tuvo un episodio psicótico que lo llevó a pintar “El grito”; Hemingway era depresivo y se dice que la genialidad de Dostoyevsky se debía a su epilepsia, ¿o será que era genial “a pesar de” su epilepsia?

En fin, no hay forma de saberlo, lo cierto es que me parece que la vida atormentada de los grandes genios tiene que ver con ser extremamente avanzados (por decirlo de alguna manera) en una de sus funciones y desarrollar muy poco las otras. Por ejemplo, no es una coincidencia que exista el estereotipo que los grandes genios de la física y la matemática sean bastante incompetentes en términos sociales, lo que lleva a que muchos de ellos vivan en una profunda soledad.

Aunque todos tenemos una función principal (que se espera que cambie a lo largo del tiempo), aquella que es la más presente y con la que más nos movemos en el mundo, en términos junguianos, la individuación requiere el desarrollo e integración de las cuatro funciones.

La teoría de Gladwell es bastante alentadora en la medida en que “pone en nuestras manos” la posibilidad de lograr la maestría en nuestras áreas después de dedicar 10.000 horas de práctica a una actividad específica. Pero esta práctica no garantiza la genialidad de quien además del dominio de una técnica logra la integración de la personalidad.

Entonces, después de todo lo anterior, a qué le queremos apuntar: ¿a dedicarnos a desarrollar en extremo una de nuestras funciones, o a intentar desarrollar una personalidad que integre las cuatro? Yo me quedo con la segunda opción, y la posibilidad de dedicar al menos 10.000 horas de práctica a lo que nos apasiona. Esa para mí es la combinación adecuada, que aunque no garantiza la genialidad, creo que aumenta enormemente la posibilidad de realización y felicidad.
Y mejor paro por acá porque si sigo escribiendo les va a tomar 10.000 horas leer este post, lo que podría ser tan tormentoso como la vida de los grandes genios.