sábado, 26 de noviembre de 2011

Inconsciencia olfativa

Vivimos tiempos interesantes. Con la posibilidad de estar siempre “conectados” cada vez tenemos acceso más inmediato a la información, internet está disponible hasta en la playa y tenemos toda clase de dispositivos que caben en un bolsillo y nos permiten acceder a cualquier contenido con el suave movimiento de un dedo. Y no me quejo, soy parte de esos fans de la tecnología que disfrutan estas posibilidades y espera por las próximas (aunque debo decir que a veces el efecto alienante prende mis alarmas pero, como dice Michael Ende, esa historia será contada en otra ocasión…).

Volviendo a nuestro asunto, no deja de sorprenderme lo que toda esta avalancha tecnológica genera en nuestra percepción de nosotros mismos. Vivimos en medio de una falsa y creciente sensación de poder, en la que los seres humanos creemos que controlamos nuestras vidas.

En tiempos que nos parecen ya lejanos, donde la tecnología se concebía de una manera totalmente diferente a la actual, Sigmund Freud definió tres grandes heridas narcisistas de la humanidad. La primera fue la teoría heliocéntrica de Copérnico, que le quitó a la tierra el estatus de centro del universo. La segunda fue la teoría de la evolución de Darwin, que demostró que los seres humanos provenimos de los simios y que somos un eslabón en una larga cadena evolutiva de seres vivientes. Y la tercera gran herida a nuestro narcisismo como especie fue el descubrimiento del inconsciente, con el que Freud demostró que no somos dueños de todas nuestras acciones y comportamientos.

Lo interesante es que con un Ipad en la mano esto se nos olvida por completo. Se nos olvida que seguimos siendo en gran parte seres inconscientes y que aun habitan y seguirán habitando en nosotros los resquicios del hombre primitivo. Y se nos olvida también que no es necesario todo un complejo sistema de información y comunicación para influenciar nuestros comportamientos y decisiones.

Regresando a lo básico, hablemos de nuestros sentidos, esos instrumentos de altísima tecnología que nos permiten movernos por el mundo. Pero entremos por ahora en el olfato, un sentido a veces subestimado y nublado por miles de años de evolución, pero muy presente a nivel inconsciente.

En primer lugar, el olfato es el único sentido que no podemos neutralizar. Podemos cerrar los ojos para no ver, cerrar la boca para no sentir ningún sabor y hasta quedarnos quietos y en silencio para no tener sensaciones táctiles ni auditivas. Pero la única cosa que no podemos hacer es dejar de respirar, siendo el olfato el único sentido directamente asociado a una función vital.

A pesar de que en el hombre actual la visión y el oído son los sentidos más desarrollados, no siempre fue así. Nuestros ancestros tenían un cerebro olfativo, llamado rinencéfalo, altamente desarrollado, que les permitía sentir el olor de los depredadores a grandes distancias. Además, como mecanismo de supervivencia, se sabe a partir de los estudios del arqueólogo Richard Leakey, que el hombre primitivo expelía un olor muy fuerte que alejaba a los depredadores.

Es claro que esa desarrollada capacidad olfativa se mantiene en los animales. El salmón, por ejemplo, es capaz de sentir el olor de sus huevos a kilómetros de distancia y nadar contra la corriente hasta encontrarlos, guiándose por el olfato.

También son muy conocidas las historias de perros y otros mamíferos capaces de prever una tormenta o un terremoto horas antes de su aparición. Su olfato altamente desarrollado les permite sentir variaciones en la humedad del aire y otros cambios imperceptibles para los humanos.

Pero, a pesar de que en el hombre moderno el olfato se convirtió en el sentido menos desarrollado, siendo el rinencéfalo en nuestro cerebro sólo un vestigio del cerebro olfativo del hombre primitivo, este sentido continúa siendo fundamental en muchos de los procesos del hombre actual.

Por su naturaleza primitiva, el vestigio del rinencéfalo en nuestro cerebro está íntimamente relacionado con el sistema límbico, regulador de las emociones. Sucede entonces que un aroma determinado puede generar automáticamente una emoción en nosotros, sin que sepamos conscientemente cuál fue la asociación que nos llevó a sentirla.

A través del olfato se pueden generar reacciones instintivas y disparar emociones automáticamente, pero además este sentido tiene un vínculo importante con la memoria (como Proust magistralmente lo ilustró). Creo que a todos nos ha pasado que sentimos un perfume de alguien que pasa a nuestro lado y recordamos inmediatamente a una persona o una situación específica. De hecho, como lo menciona Diane Ackerman en su maravilloso y muy recomendado libro “Historia Natural de los Sentidos”, se ha comprobado que la pérdida de olfato puede ser un síntoma de la posterior aparición de Alzheimer.

Además de todo lo anterior, el olfato también es fundamental en la regulación de los ciclos hormonales. Por ejemplo, las monjas de un convento suelen coincidir en los mismos días de ciclo menstrual debido a una autorregulación olfativa a partir de la convivencia enclaustrada.

Los humanos, así como muchos animales, expelemos feromonas, sustancias altamente relacionadas con la atracción sexual, hecho bastante conocido y aprovechado por los fabricantes de perfumes. Un perfume es percibido desde nuestra naturaleza más primitiva, sin pasar por un análisis racional.

Pero hoy en día prácticamente hemos perdido nuestro olor natural, a partir de la cantidad de productos disponibles en el mercado para anular cualquier evidencia de olor corporal, lo que muchas veces se asocia con problemas de impotencia sexual.

También se ha comprobado en estudios sobre fertilidad, que mujeres que huelen almizcle (olor segregado por algunos mamíferos y relacionado con el cortejo sexual) tienen ciclos menstruales más cortos, ovulan con mayor frecuencia y tienen mayor facilidad para concebir. Este olor está presente en pequeñísimas proporciones en muchos perfumes, ya que es tan fuerte que es casi insoportable para los humanos.

En fin, las implicaciones del olfato en nuestras vidas son enormes, lo cual es bastante claro para la industria publicitaria, que lo ha sabido aprovechar en busca de consumidores cada vez más impulsivos.

En los Estados Unidos es común la práctica de poner aroma de comida en el aire acondicionado de los centros comerciales para atraer a los visitantes instintivamente a las plazas de alimentación (la verdad no creo que sea sólo en los Estados Unidos...).

La cadena de café Starbucks prohibe a sus funcionarios usar cualquier tipo de perfume o loción, para no interferir con el olor de café de sus tiendas que claramente atrae a quien pasa por allí (incluyéndome).

También se sabe que en el área de la finca raíz, los vendedores de casas y apartamentos acostumbran propagar por la cocina un olor de torta recién salida del horno o de galletas recién hechas, llevando a los compradores a sentirse acogidos y seguros, por asociación inconsciente con los días de su infancia, como lo menciona Ackerman.

Y para poner un último ejemplo de manipulación olfativa, los japoneses no se quedan atrás. Descubrieron que los olores ácidos generan mayor productividad en los operarios de las fábricas que realizan trabajos repetitivos y mecánicos. Entonces, en algunas fábricas se expele un olor de limón con ciertos intervalos de tiempo, aumentando de esa manera el rendimiento de los trabajadores y por consiguiente la productividad de la empresa.

Obviamente, estos son sólo unos poquísimos ejemplos de cómo el olfato tiene una incidencia directa en nuestras vidas, pero cuántas otras simplemente no hemos notado.

Probablemente en algún tiempo saldrá alguna aplicación para el Ipad que nos permita identificar estos estímulos olfativos, pero por lo pronto ISmell (yo huelo) es la única manera :)

En todo caso, es útil que recordemos de vez en cuando que nunca tendremos control total sobre nosotros mismos y nuestro entorno. Las heridas narcisistas de Freud continúan vigentes, y seguramente otras cuantas más. El hombre primitivo permanece en las sombras, pero está siempre presente, como el Ipad que manejamos con un dedo...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Video-conferencia sobre la espiritualidad en Jung

El próximo 1º de diciembre se llevará a cabo la video-conferencia “La Experiencia Humana de lo Divino: la Psicología y la Espiritualidad en C.G. Jung ” a cargo del conocido analista Murray Stein.

Este tema, fundamental dentro de la concepción de la psique desde la mirada junguiana, será desarrollado por el Dr.Stein, abordando los diferentes estudios de Jung sobre religiones y tradiciones espirituales alrededor del mundo.

A partir de estos estudios, Jung propuso su idea de una tendencia psicológica a encontrar un fundamento espiritual en la vida, al que varios autores han llamado “instinto religioso”.

En esta video-conferencia, Stein hablará sobre la importancia de lo espiritual para Jung, especialmente en la llamada “segunda mitad de la vida”, y explorará cómo la espiritualidad aparece concretamente en el proceso analítico en los sueños y en el uso de la imaginación activa.

Murray Stein es actualmente presidente de la International School of Analytical Psychology en Suiza (ISAP Zurich) y autor de importantes libros sobre psicología analítica, entre ellos “El Mapa del Alma”, que estudiamos en nuestro último grupo de estudio virtual.

Es una excelente oportunidad de ver en vivo e interactuar con el Dr. Stein a través de preguntas y comentarios en tiempo real, sobre uno de los temas más importantes del pensamiento junguiano.

La conferencia será dictada en inglés. Para detalles sobre costos y horarios pueden hacer click aquí.

domingo, 9 de octubre de 2011

Pequeño homenaje a Jung

A finales de septiembre se cumplieron tres años desde la creación de este blog y, una vez más, no quiero dejar pasar la oportunidad sin agradecer a todos los que siguen los escasos post que tengo tiempo de escribir.

A manera de conmemoración hice una adaptación de la charla que presenté en Bogotá el pasado 6 de agosto, en el evento organizado por ADEPAC para conmemorar los 50 años de de la muerte de Jung, en la Universidad Javeriana.

Se trata de un pequeño homenaje al legado junguiano, que, a mi parecer, va mucho más allá de un modelo clínico dirigido a analistas y profesionales de la psicología y la psiquiatría. El legado de Jung tiene que ver con todos, por el hecho de ser humanos.

Este es mi homenaje a Jung en 11 minutos, espero que lo disfruten:




lunes, 29 de agosto de 2011

Terapia Familiar, Mitos, Símbolos y Arquetipos

Terminé la semana pasada la traducción del libro “Terapia Familiar, Mitos, Símbolos y Arquetipos” de la analista junguiana Paula Boechat. Por este y otros motivos no había tenido tiempo de volver a escribir en el blog, pero creo que valió la pena.

Por un lado, existe en portugués una amplísima selección de libros junguianos con los cuales todavía no contamos en español, por lo que me encanta sentir que de alguna manera puedo contribuir a que al menos algunos de estos libros sean accesibles al público hispano hablante. Pero además, este libro tiene un valor especial porque son muy pocas las referencias a las que tenemos acceso sobre el tema de Terapia Familiar desde la perspectiva junguiana.

Desde comienzos del siglo XX Jung vislumbró a la familia como un sistema, anticipándose al desarrollo de la Teoría Sistémica. Jung percibió que los patrones, los mandatos familiares y la percepción de las sutiles expresiones de la sombra familiar se evidencian en movimientos compensatorios que inciden en la estructura psíquica del paciente y de los miembros de las generaciones presentes y futuras.

Paula Boechat, en su libro, realiza una articulación entre los conceptos sistémicos y la psicología analítica, logrando una mirada enriquecida del análisis del paciente dentro de su contexto familiar. Pero no se trata sólo de una articulación teórica, sino que la autora nos presenta varios casos clínicos, muchos de los cuales incluyen el uso de Caja de Arena, como técnica complementaria al análisis.

Una lectura muy recomendada tanto para analistas como para personas de otras áreas interesadas en la comprensión de las dinámicas grupales que dan marco al comportamiento individual. ¡Les avisaré cuando este y otros libros sean publicados en español!

Nuevo Grupo de Estudio Virtual

Esta semana comenzaremos un nuevo grupo virtual de estudio, esta vez sobre el libro del analista junguiano Murray Stein: "El Mapa del Alma según Jung". En este libro el autor hace un interesante recorrido por los principales conceptos de la psicología analítica, guiando al lector a través de los diferentes momentos en los que Jung los concibió y mostrando la coherencia de su teoría.

En 2009 comencé con esta metodología virtual, a través de la cual ya hemos discutido obras clásicas introductorias a la psicología junguiana como “Recuerdos, sueños, pensamientos” y “El Hombre y sus símbolos” de Carl Jung, “Introducción a Jung” de Frieda Fordham, “Jung o la búsqueda de la identidad” de Anthony Stevens y “Un romance con la sombra” de Connie Zweig y Steve Wolf.

Esta modalidad ha tenido una enorme acogida en personas interesadas en el enfoque junguiano en diferentes países de habla hispana, con quienes nos reunimos semanalmente los martes en el horario de 7 a 9 p.m. hora de Colombia.

Para quienes estén interesados ¡todavía hay tiempo! No es necesario ser psicólogos o psiquiatras, lo importante es tener interés en el estudio de Jung y su obra. Pueden inscribirse entrando en contacto con Juan Carlos Alonso, director de ADEPAC, en adejungcol@yahoo.com

sábado, 30 de abril de 2011

Felicidad importada

Quiero empezar este post con una historia que tal vez muchos de ustedes ya conozcan.

Bután es un pequeño país al oriente del Himalaya que se independizó de la India en 1950. Siendo una nación de arraigadas costumbres budistas, el desarrollo espiritual siempre primó antes que cualquier desarrollo material.

Esta pequeña nación asiática fue la primera en aplicar como medición oficial el Índice Nacional de Felicidad en vez de las mediciones de Producto Interno Bruto adoptadas en occidente.

A diferencia de los índices de desarrollo occidentales basados en ingreso per-cápita, índice de desempleo, índice de analfabetismo, índice de mortalidad, etc., la calidad de vida en Bután se mide según estándares basados en preguntas como: ¿usted se siente una persona valiosa?, ¿Su vida tiene sentido y propósito?, ¿Con qué frecuencia se ríe?, ¿Con qué frecuencia se siente muy feliz?

Este índice llevó a Bután a ser conocido como uno de los países más felices del mundo.

En medio de sus restricciones geográficas y las dificultades para acceder a este pequeño país, Bután pasó décadas aislado de cualquier influencia externa.

En 1999 el rey de Bután, como parte de su política de modernización del país, introdujo la televisión en el pequeño país en el Himalaya, siendo la última nación del mundo en tener este servicio. Tres meses después comenzó la oferta de televisión por cable para que los butaneses tuvieran acceso al entretenimiento global.

Después de haberse mantenido como una nación de arraigadas tradiciones y con poquísimos contactos con el exterior, en 1999 de repente la población butanesa tuvo acceso a 46 canales de cable.

Consecuencias de todo tipo no se hicieron esperar, pero la más tristemente llamativa es que 4 años después, Bután se enfrentaba por primera vez a índices de criminalidad nunca antes vistos en este país. Fraudes, violencia, asesinatos, robos y corrupción, comenzaron a hacer parte de la realidad butanesa.

¿Qué pasó? La población comenzó a ver en televisión por cable estándares de vida diferentes a cualquier cosa que hubieran conocido y modelos occidentales que quisieron imitar. El problema es que intentaron imitar un estándar completamente ajeno e inalcanzable para sus condiciones económicas.

Entonces los jóvenes empezaron a ver la necesidad de usar determinadas marcas, de tener toda clase de artilugios electrónicos, soñar con carros y casas de suburbios gringos. Y como estos objetivos eran imposibles en el contexto económico butanés, la corrupción y criminalidad aparecieron como solución para ganar el dinero necesario para alcanzarlos.

Obviamente esta es una mirada superficial de todo el fenómeno social butanés, pero muestra una realidad que no nos resulta para nada ajena.

En Latinoamérica hemos estado expuestos a influencias externas la vida entera y el consumismo es un gran conocido nuestro, muy cercano por cierto. Ni siquiera sabemos ya qué es propio y qué es ajeno en términos de identidad.

Pero usar esa palabra es difícil, lo sé. Identidad es un término que nos es tan lejano como lo era la televisión para los butaneses antes del 97.

Pasamos la vida buscando algo que podamos llamar propio y que nos defina. Vivimos en un intento desesperado de individualidad, de llegar a ser individuos. Pero, desafortunadamente, caemos en la más absoluta alienación. Sentimos que somos parte de algo cuando todos actuamos de la misma manera, nos vestimos igual, hablamos de los mismos temas, hacemos los mismos chistes y pensamos de la misma forma. Es triste pero real.

Asumimos como propios modelos importados y decidimos que nuestro bienestar depende de imitar a ese modelo en el que todos parecen tan felices.

Pero en realidad no existe un modelo único de felicidad y esto es un problema, especialmente si tenemos en cuenta que saber lo que cada uno de nosotros quiere tiene un prerrequisito dificilísimo: conocernos a nosotros mismos lo más posible.

Esto es tan complicado que, antes que asumir un camino de autoconocimiento, parece mucho más sencillo buscar aquello que todos llaman felicidad, e intentar a toda costa conseguir casas con jardines, niños corriendo bajo el sol y parecernos a top models sonriendo al lado de un carro último modelo.

Pero claro que la felicidad importada, por ser ajena, es inalcanzable. Lo que conseguimos bajo ese modelo nunca es ni será suficiente. Da una corta sensación de bienestar para dar paso de nuevo a la compulsividad y a la frustración.

Todo esto nos aleja a pasos gigantes de nuestra individualidad, o mejor, del camino de la individuación, como lo llamó Jung. Y el problema es que ¡ni siquiera lo vemos como un problema!

Perseguir ese modelo importado de felicidad nos ha llevado al consumismo más absurdo, a ver el cuerpo como un conjunto de prótesis reemplazables e intercambiables, a comprar “estatus” con nuestra tarjeta de crédito Gold o Platino, eso sin hablar de los altos índices de criminalidad de los cuales nuestros países latinos, así como Bután, son un triste ejemplo.

Lo difícil es entender que la felicidad tiene una receta propia para cada uno… y que es nuestra misión descubrirla y tratar de hacer la receta, aunque nos salga mal y se nos queme, o nos quede cruda, o salada, o insípida miles de veces.

Eso parece mejor, en todo caso, que pasar el resto de la vida queriendo comer en Mc Donalds cuando vivimos, sin darnos cuenta, en medio de la abundancia de un bosque tropical.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El curador eternamente herido

Después de tanto tiempo sin escribir puedo hacer el siguiente balance: muchos temas pendientes y una sola culpa verdadera. Así que para demostrar que no se me ha olvidado el blog ni mucho menos, comencemos por una reflexión que me ha rondado bastante últimamente.

El mes pasado di una charla sobre el tema del inconsciente familiar (sobre el cual tengo pendiente escribir un post, que seguro no será tan apasionante como el tema), presentando un caso muy interesante en el que la herencia de patrones y los mandatos familiares inconscientes se hacen muy evidentes.

Me gusta presentar casos y no quedarme sólo en la teoría porque me parece que permiten entender de una manera más práctica y no tan abstracta como lo sería una discusión puramente teórica. Pero además de esta ventaja, el uso de casos tiene otra característica importante: los asistentes tienden a identificarse y comienzan a generar sus propias reflexiones y asociaciones.

Además de aportes teóricos muy interesantes del público, que por cierto asistió a la charla presencial o virtualmente, recibí algunos comentarios más personales de asistentes que me aclararon no ser psicólogos ni tener ninguna relación con la profesión, excepto por su interés personal. Una persona se acercó al final y me dijo que definitivamente nada sucedía por casualidad porque su caso particular tenía mucho que ver con el presentado y que había entendido cosas de ella y de su familia que nunca antes había visto, “era lo que necesitaba oír”.

Hago aquí un paréntesis que me parece necesario. Es importante tener en cuenta que los seres humanos tendemos a asociar con nosotros mismos cualquier tipo de explicación que parezca autorizada sobre el comportamiento en general. Como advertía mi profesor de psicopatología en la universidad, es importante entender el tema como externo para verlo en toda su complejidad, porque si no, a punta de descripciones clínicas, la mitad del curso iba a salir convencida de que era esquizo-paranoide, sin serlo (al menos en la mayoría de los casos :) ).

Pero más allá de este paréntesis, este tipo de reflexión personal no suele suceder cuando nos quedamos presentando como psicólogos para psicólogos (y caben en medio de esta frase muchas otras conjunciones posibles cambiando el para por: ante, con, entre, según, etc.).

Aunque la discusión académica es fundamental como parte de nuestra formación y desarrollo profesional, mi impresión es que a veces nos quedamos sólo en ese nivel, usando términos técnicos propios de nuestra especialidad, dirigiéndonos a otros especialistas y olvidando muchas veces que el estudio de la psique, en toda su complejidad, se nutre de toda experiencia y comprensión de lo humano.

A los psicólogos nos tachan muchas veces de inaccesibles, y no niego que algunas veces existen razones para creer que es así. Sin embargo, desde mi punto de vista, parece inaccesible cualquiera que no puede (¿o no quiere?)comunicar su mensaje de manera sencilla pero profesional.

No sólo los psicólogos tenemos ese problema, médicos y abogados sufren de las mismas acusaciones, sin mencionar muchas otras profesiones.

Espero que se entienda aquí que me estoy refiriendo a un nivel de comunicación comprensible de la teoría, sin caer por supuesto en la absoluta banalización de la psicología como sucede en las figuras del amigo consejero o el espantoso doctor corazón, personajes que parecen sacados de una parodia cómica y que desafortunadamente son bastante frecuentes en los diferentes medios de comunicación, lo que le hace un enorme daño a nuestra profesión.

Pero en el otro extremo, hay que decirlo, muchas veces se convierte en un símbolo de estatus el manejar un vocabulario técnico y especializado para públicos que no lo son, lo que le muestra al paciente o al espectador, sea cual sea el caso, “Yo sé más que usted”, posición arrogante que hace parte de nuestra imagen como profesionales.

No nos olvidemos del arquetipo del curador – herido, personificado en la figura de Quirón, el último centauro, herido sin cura por la flecha de Heracles. En una relación paciente-analista, este arquetipo se hace presente en cada uno pero de una manera unilateral, es decir, el paciente asume el lado herido y en el analista recae el curador. Pero, como dijo Jung, sólo cuando el analista reconoce su propia herida el paciente puede constelar su curador interno.

Entonces ¿qué aporta quedarnos con nuestro estatus arrogante desde nuestro saber sobre la psique?

Por mucho que sepamos seguimos sabiendo muy poco del enorme misterio de lo humano.

Pero una cosa sí es clara, querer mantener un estatus a punta de lo que creemos que sabemos es un indicador evidente de que no sabemos nada. El curador, sin saberlo, seguirá herido para siempre.