En estos
tiempos de pandemias y reacciones apocalípticas no puedo evitar escribir sobre
el virus con corona.
Si me lo preguntan,
en mi experiencia desde la psicología clínica no puedo pensar en una mayor
verdad de la naturaleza humana: Como adentro es afuera y como afuera es
adentro. Con esta frase los alquimistas se referían al Unus Mundus, el
mundo unificado en el que no hay separación entre nuestro mundo interior y
nuestro mundo exterior. Lo que sucede en uno se refleja en el otro.
Viendo cómo
el planeta ha cambiado de manera tan drástica en pocas semanas, creo que el Corona
virus no es otra cosa que un reflejo de nuestras realidades internas. Me
sorprende ver que como seres humanos nos hemos acostumbrado y se ha
naturalizado vivir con ansiedad, depresión, culpa, agresividad, desconfianza,
odio o en el mejor de los casos con sólo una o dos de las anteriores.
Pero en
especial quiero referirme al miedo, el soberano indiscutible al que obedecen todos
los demás súbditos. El miedo en el ser humano hace parte de nuestras
estrategias primitivas de supervivencia. Si un primate se encontraba con un depredador
y no sentía miedo, lo más probable es que se quedara durante sus últimos
segundos de vida observando tranquilamente la llegada de su aniquilación
inminente.
Los seres
humanos contamos con el miedo como un mecanismo de defensa que, frente a una
amenaza importante, genera grandes descargas de adrenalina produciendo altos niveles
de energía en nuestras extremidades y un estado de alerta e hipervigilancia que
nos permiten reaccionar con una fuerza física y una claridad mental fuera de lo
normal.
Todos hemos
oído hazañas dignas de atletas olímpicos en gente común y corriente que se vio enfrentada
a una amenaza a su vida y que luego no pueden explicarse cómo saltaron ese muro,
treparon ese árbol o corrieron a una velocidad que supera su comprensión. Así que
el miedo es uno de esos mecanismos de supervivencia que ha permitido que la
especie siga existiendo.
Sin embargo,
irónicamente, para el hombre moderno el miedo se ha convertido en una amenaza a
su integridad. ¿Cómo es posible? Bueno, aunque en realidad es muy poco probable
que en tiempos actuales nos enfrentemos a la situación de huir de un tigre de
Bengala, nuestros miedos modernos son mucho más sutiles pero terriblemente
poderosos pues los experimentamos como si fueran equivalentes a un depredador
en la sala de nuestra casa.
El hombre
moderno vive en un estado de supervivencia similar al provocado por una amenaza
letal sin que exista ningún tigre alrededor, y sabemos que ningún organismo es
capaz de mantener esos niveles de estrés durante mucho tiempo sin que sus
sistemas vitales comiencen a afectarse y sus órganos a fallar.
Como lo
describe Bruce Lipton en su excelente libro Biología de la Creencia, esto
puede explicarse con una simple analogía. Cuando un atleta se prepara en
posición de salida para correr los 100 metros planos, todo su sistema fisiológico
se dispone esperando el disparo inicial. El cerebro libera los químicos
necesarios para afrontar la enorme tarea física y toda la energía del cuerpo
está dirigida a responder al reto. Ahora imaginen que somos ese atleta en la
línea de salida pero el disparo nunca llega. Es así como permanecemos en un
estado de estrés, viviendo el día a día como si en cualquier momento fuéramos a
comenzar una carrera que simplemente no va a ocurrir.
Con esto
dicho, retomemos entonces al Corona virus. Realmente no puedo pensar en una
mejor pantalla de proyección para nuestro estado de supervivencia constante.
Finalmente aparece en el mundo entero una enorme pantalla IMAX en 3D que se
vuelve el lugar perfecto para depositar y justificar nuestros miedos, ansiedades
y desesperanza generalizadas, para proyectar nuestro miedo a vivir.
Creo que
como especie hemos llegado a un punto de sin sentido y desconexión con nosotros
mismos que somos terreno fértil para ponerle la corona a un virus que funciona
perfectamente para darle rienda suelta al estrés y al miedo tan presentes.
Desde mi
punto de vista, la verdadera pandemia es la psicológica o lo que llamamos
contaminación psíquica. El pánico colectivo es más peligroso que cualquier enfermedad
y lleva a sentimientos y comportamientos desesperados donde nos volvemos aún
más individualistas que siempre, se desocupan las estanterías de los súper mercados
y la venta de antibacteriales y tapa bocas supera hasta la proyección más desorbitada.
Los gobiernos reaccionan, la economía se desploma y se generaliza el pánico.
Esa es la verdadera pandemia, en la que nosotros mismos nos convertimos en la
mayor amenaza.
Déjenme
recordar algo que considero fundamental, cuando el estrés se mantiene permanentemente,
el sistema inmunológico, el sistema digestivo y los sistemas endocrinos se
debilitan pues toda la energía se invierte en luchar o huir de la amenaza
externa… Pero con el Corona virus no podemos ni luchar ni huir, sólo podemos
tomar las medidas preventivas necesarias, con responsabilidad y con tranquilidad.
Esa es la mejor manera de tener nuestras defensas activadas y disponibles. En
resumen, el estrés y el pánico nos hacen mucho más vulnerables a enfermar.
Quiero
cerrar con una breve reflexión personal. Desde una mirada simbólica veo un
enorme llamado al despertar de la conciencia, a empoderarnos como individuos y
como especie, a dejar de vivir con miedo, a replantear nuestras prioridades y a
conectarnos con nuestro mundo interior.
En estas
situaciones la perspectiva cambia, deja de ser importante la marca del carro,
la cantidad de dinero acumulado, el estatus, la dieta, la cantidad de likes en
redes sociales… todos estamos expuestos sin importar nada de lo anterior. Y ya
que el mundo entero está expuesto, sólo hay un lugar a donde ir: Adentro.
Necesitamos
como individuos y como especie un cambio de actitud, una reflexión sobre cómo
vivimos y qué priorizamos.
Qué tal si
le quitamos la corona al virus y comenzamos a vivir sin miedo, en estado de creación
y no de supervivencia como lo propone lúcidamente Joe Dispenza.
Los dejo con
este video de mi querido amigo Jorge Gómez que ilustra bastante bien con este
cuento de Gabo la profecía autocumplida que estamos viviendo. ¡Saludos
calurosos, tranquilos y reflexivos para todos!
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